El legado literario de Edgardo Rivera Martínez

La publicación de los cuentos completos de Edgardo Rivera Martínez es motivo más que suficiente para abordar su legado: la cultura como eje en la vida. La República conversa con Betty Martínez Castilla, su esposa.

En estas semanas del año, si algo abunda en el circuito cultural, son las ofertas editoriales. Revisando las últimas novedades, encuentro una con luz propia, que desde su carátula anuncia no solo su importancia, sino igualmente su vigencia. Y vaya que hablar de vigencia en estos tiempos de distracciones no es nada poco. Me refiero a Cuentos completos (Debolsillo) de Edgardo Rivera Martínez (1933-2018).

A siete años de su partida, los lectores peruanos echan de menos a Edgardo Rivera Martínez. Como autor fue extraordinario, dueño de un par de novelas que deberían ser de lectura obligatoria para todo aquel que se precie de lector: País de Jauja (1993, finalista del Premio Rómulo Gallegos) y Libro del amor y de las profecías (1999). Y quienes lo conocieron, lo recuerdan por su calidad humana. Era de los hombres que sabían escuchar.

Los grandes escritores son precisamente grandes porque sus libros nos hablan en el momento exacto y sin necesidad de buscarlos. No hay mejor contexto para leer a Edgardo Rivera Martínez que el actual y la edición definitiva de sus cuentos completos no solo es importante para completar la cartografía. En la parcela del cuento, está la sensibilidad/orfebrería de toda su poética.

En el 2022, accedimos a la edición definitiva de su novela País de Jauja (1993; no olvidemos que en 1999 fue elegida, mediante una encuesta, como la mejor novela peruana de los años 90). Muchos se acercaron a ella por el rumor que suscitaba la otra mirada que Rivera Martínez proyectaba del Perú, una mirada no muy frecuente en nuestra tradición: una visión positiva o la posibilidad de lograr una integración del país a cuenta de lo que entendemos como cultura.

Betty Martínez Castilla y Edgardo Rivera Martínez sellaron su amor partiendo de los comentarios que hacían de País de Jauja. En los 90, muchos lectores hablaban de la novela y ella, como gran lectora, estaba muy al tanto de lo que se decía. Betty es quien cuida y promueve hoy la obra de su esposo, y no es nada ajena a estas dos últimas ediciones definitivas. “Siento satisfacción y algo de pena. Me explico, la edición de estos dos libros es el resultado de un largo caminar, incluso cuando Edgardo estaba con nosotros. Me apena que no vea este trabajo en vida”, declara Betty Martínez Castilla para La República.

La esposa del escritor conserva en el recuerdo una de sus cualidades, que la sigue sorprendiendo. “Su capacidad de concentración era admirable, y para mí incomprensible. Casi siempre escribía durante el día, muchas veces con interrupciones, sea para atender alguna llamada, recibir a visitas imprevistas o resolver una emergencia. Luego, sin ningún problema, regresaba al punto donde se había quedado y continuaba. Pese a la discreción que siempre lo caracterizó, tan lejos de la búsqueda de figuración alguna, la solidez y excelencia de su obra lo hizo merecedor de muchas distinciones y reconocimientos a lo largo de toda su vida”.

En el prólogo de Cuentos completos, César Ferreira señala que en los relatos de Edgardo Rivera Martínez es posible detectar una crítica a las injusticias sociales del país. Esta es una impresión que debe conocerse más, puesto que se ha llegado a decir que en la obra de Rivera Martínez no había espacio para lo oscuro y las tragedias. Ese mismo espíritu crítico se puede apreciar también en País de Jauja, novela de la que se ha llegado a preguntar en qué lugar del Perú ubicarla por su aparente falta de crítica social.

En 1963, Edgardo Rivera Martínez publicó su primer libro. Tenía 30 años y el cuentario El unicornio estaba compuesto por cuatro relatos: el homónimo, “Vilcas”, “Las candelas” y “Adrián”. Consiguió saludos críticos, pero la fama, por decirlo de alguna manera, le llegó en 1982 con un cuentazo: “Ángel de Ocongate”, que ganó la primera edición del Cuento de las Mil Palabras de Caretas, cuyo jurado estuvo integrado por Antonio Cornejo Polar, Julio Ramón Ribeyro, Blanca Varela y Mario Vargas Llosa. De acuerdo con los archivos, a partir de ese momento, el nombre de nuestro autor dejó de pertenecer a la valoración de los conocedores y pasó a ubicarse en el imaginario del lector interesado.

Edgardo llevaba el reconocimiento con la “con la serenidad de quien ha caminado bastante y lo ha hecho bien. Apreciaba mucho el reconocimiento de sus pares y de sus paisanos. Edgardo disfrutaba mucho cuando trabajaba, no tenía preferencia por un género específico. Pero sí debo decirte que Edgardo tenía conceptos muy claros que se manifiestan en toda su obra. Su lenguaje señala, privilegia confluencias posibles, no aquello que separa, que divide, que es lo que vivimos actualmente en nuestro país y, cada vez más, en el mundo entero. Por otro lado, en sus apreciaciones no necesariamente literarias, Edgardo siempre estuvo del lado de un Perú y un mundo más justos. Voy a citarte lo que dijo el director del Instituto Cervantes en el documento final “Confesiones de Lengua y Literatura – Más flexibles que el mar son las palabras”, del IX Congreso Internacional de la Lengua Española (CILE) 2023, realizado en Cádiz, sobre País de Jauja: El poder narrativo de País de Jauja es capaz de apostar por el optimismo sin renunciar a la inteligencia, por lo que el altiplano se convirtió en un lugar de esperanza”.

Si un detalle se puede percibir de la poética de Rivera Martínez, es su total honestidad con su temática central: el mundo andino que en la revelación de la cultura edifica un diálogo con los tópicos de la ciudad. En esta revelación, en ese cruce sin aparente conflicto, Rivera Martínez halló el nervio narrativo, que devenía en un “algo mucho más” que la escritura en estado de gracia. En la calma de su registro narrativo llevaba a los lectores a un recurrente cuestionamiento y asombro, es decir, a una experiencia literaria que lo hacía ver al Perú de otra manera, a identificarse en la médula de los circuitos invisibles de la identidad.

Rivera Martínez partió el 5 de octubre de 2018. Como escritor, pudo ver el entusiasmo de los lectores jóvenes por su obra. Pudo ver los muchos artículos, ponencias, conversatorios, mesas de discusión y otros eventos organizados por estudiantes en los claustros universitarios y fuera de ellos. Betty recuerda la última actividad en la que participó. Fue en julio de 2018, tres meses antes de partir. “Tengo presente el encuentro que organizó la Red Literaria Peruana en la CASLIT. Al ingresar en el auditorio, fue ovacionado de pie por el público que abarrotaba la sala, en su mayoría estudiantes. También, cómo olvidarlo, el homenaje de Xauxa Tiempo y Camino, organización cultural que agrupa a jóvenes intelectuales y artistas jaujinos, que trasladó a Jauja la exposición que le dedicó la CASLIT en el 2013. Fue tal la concurrencia y demanda de los colegios de la zona, que la exposición se tuvo que extender por tres meses más de lo previsto”.

La lectura de los cuentos de Rivera Martínez nos brinda la posibilidad de entender su compromiso con el trabajo literario. Y nos ofrece asimismo la respuesta al enigma sobre el lugar de País de Jauja en nuestra cartografía literaria. No es, pues, un lugar físico, tangible. País de Jauja, al igual que todo lo que escribió, está en la dimensión cultural del Perú. Edgardo Rivera Martínez estaba convencido de que lo mejor que tiene el Perú era su cultura y el diálogo que ella podía entablar con otras culturas. País de Jauja existe.

Fuente: Diario La República