Conductor del celebrado podcast literario “Grandes infelices”, el escritor español Javier Peña conversa con La República sobre “Tinta invisible”, un libro que nos habla del impacto de la literatura en nuestras vidas.

El escritor español Javier Peña publicó a finales de 2024 Tinta invisible. Sobre la pérdida, la escritura y el poder transformador de las historias (Blackie Books) y tuvo la oportunidad de presentarlo en la última edición de la Feria del Libro de San Borja. Se deduce, por su título, que este es un libro sobre literatura y autores, pero su éxito entre los lectores va más allá de estas referencias. Tinta invisible no pretende ser un ensayo académico sobre literatura, tampoco aspira a formar parte de la bibliografía de escritores en ciernes o experimentados. Tinta invisible es un gran libro de difusión que partió de una necesidad de Javier Peña: una especie de despedida de su padre, con quien durante muchos años no se llevó bien, pero fue precisamente su padre quien lo acercó a la pasión por la lectura, al fuego de sus historias.
El también conductor del podcast literario Grandes infelices –con 150 mil seguidores y 2 millones de escuchas-, no tuvo mejor estrategia narrativa que combinar las historias de vida de sus escritores favoritos con el recuerdo de las últimas semanas que pasó con su padre antes de morir. De esta tensión, nace una extrañeza: Peña escribe desde la condición del lector impresionista, o asombrado, que tiene ganas de compartir las historias leídas y escuchadas de su padre, gran lector como él y marinero. Onetti, Pessoa, Borges, Thomas Bernhard, Shakespeare, Kafka y otros grandes nombres de la literatura pueblan estas páginas, los faros que le permiten a Peña conectar con su padre. Como bien sabemos, las relaciones entre padres e hijos nunca dejarán de ser complicadas.
“Mi libro es de no ficción, pero está escrito con los elementos narrativos de un narrador, de un escritor, que es lo que yo me considero. Yo no me considero en absoluto un estudioso. No estoy capacitado, ni preparado, ni tengo los estudios ni la formación, pero sí me considero un escritor. Muchas veces los estudiosos y académicos saben mucho de literatura, pero no saben o no tienen las herramientas del escritor. Cuando yo era estudiante universitario, tuve profesores que sabían mucho, pero no sabían transmitir su conocimiento. Cuando alguien sabe mucho y no sabe transmitir, es como si no supiera nada. Yo me considero un escritor, pero hay gente que me dice que soy podcaster, que también lo soy y no me molesta”, declara Javier Peña para La República.
Tras la pandemia, el mundo cambió y en ese tránsito el mundo editorial también. Hoy en día tenemos muchos libros sobre literatura y escritores, siendo su ejemplo mayor el éxito arrollador de Irene Vallejo con El infinito en un junco (publicado en 2019, mas su despegue mundial ocurrió a partir de 2021), título sobre la historia del libro antiguo. Antes de Tinta invisible, Javier Peña había publicado dos novelas, Infelices (2019) y Agnes (2021), pero es con Tinta invisible con el que se ha posicionado como uno de los autores hispanoamericanos más leídos de hoy. “Cada vez se publican más libros, cada vez está más comprimido el mercado y cada vez los libros duran menos en las estanterías de las librerías. No sé si después de la pandemia hay más lectores, pero sí hay más compradores. Creo que el libro ha recuperado el aura de respetabilidad. Ahora los músicos y actores, siempre y cuando sean muy conocidos, quieren tener su libro, es como si fuera un símbolo cultural. Mi libro no está adscrito a ninguna moda, es algo que llevaba dentro. Este libro, en la parte de memoria y autoficción, va sobre el problema de Javier Peña con su padre, pero eso no es lo interesante en sí mismo, porque Javier Peña no es nadie, su padre no es nadie, pero este es un asunto realmente universal y la gente lo lee porque se ve reflejada en mi historia. En mi podcast anuncié que iba a escribir este libro y muchas personas me escribían a diario y me decían que también tenían problemas con sus padres. Las relaciones con los padres no son fáciles, se parecen a las novelas. Cuando perdemos a nuestros padres, es que nos preguntamos qué nos unió a ellos”. Lo que siempre unió a Javier Peña con su padre, fue la literatura.

Los recuerdos de Javier Peña sobre su padre son tremendamente literarios. “Mi padre me dio también mucho cine, veíamos muchas películas juntos. Yo nací en 1979 y nuestra generación ha tenido un problema con nuestros padres, en especial los hombres. Nos costaba comunicar nuestros afectos, a veces costaba más darle un abrazo o un beso a un padre que a un amigo. Estaba ese factor masculino de no mostrar el afecto, pero el afecto estaba ahí y había que mostrarlo de alguna forma. Muchos padres le han demostrado afecto a sus hijos llevándolos a los partidos de fútbol los fines de semana. A mi padre no le gustaban mucho los deportes. Lo que me une a él es la literatura. La literatura es importante en mi vida. La literatura está en mí sin importar que sea escritor o no”, precisa Javier Peña, quien ingresó a las parcelas literarias a los 40 años. “Mi padre me regaló historias y yo veo el mundo a través de las historias”.
Pero está igualmente la contraparte: “Mi padre era marino y se iba de casa ocho meses por año. Esa ausencia me define también. Era un luto con el que tuve que cargar toda mi infancia. Para mí es importante la honestidad. Conté la relación con mi padre como yo la sentía. Tenía que ser contenido y no melodramático. Hay una parte del libro en donde relato cómo nos cogemos las manos después de cuatro años de ausencia y lo hago de la manera en que mi padre me contaba las historias que leía y que me daba a leer. Este iba a ser un libro sobre escritores. Estaba escribiendo sobre Onetti y en la parte cuando narra la historia de Somerset Maugham con la guía de teléfonos de la India, recordé a mi padre leyendo las etiquetas de champú en los centros comerciales. Mi padre leía todo el rato. Mi padre es el gran cuentacuentos de mi vida. Cuando terminé de escribir este libro, cerré una herida que estaba abierta. No había gestionado bien la muerte de mi padre. Necesité tres años y escribir un libro para entender mi relación con él”.
Imposible no preguntarle a Javier Peña sobre los padres literarios, tan importantes en nuestra configuración como escritores o lectores. La literatura ha sido generosa en este aspecto y cada quien tiene su propio faro personal. Sobre Mario Vargas Llosa, dice:
“Creo que su muerte va a ser positiva. Es importante que pasen algunos años. A Mario Vargas Llosa se le ha leído muy mal en los últimos tiempos por culpa de criterios que no tienen que ver con lo literario. En España se le ha leído con cierta animadversión. No siempre fue así. En los años 90 empecé a leer a Vargas Llosa y lo admiraba. Pero por temas políticos y personales, empezó a tener una sombra. Todo aquel que se acercaba a su literatura pensaba más en su figura mediática que en el escritor. En España tenemos a Camilo José Cela, que es el único nobel de narrativa español, y es una figura muy poco querida. Han pasado varios años de su muerte y aún no se ha recuperado. Construyó una imagen mediática para venderse. Se anticipó a estos tiempos en donde los escritores tienen que crearse un personaje para vender sus libros. Era antipático y colaboró con la censura franquista. Vargas Llosa no hizo lo de Cela. A nivel literario le vendrá bien descansar y así volveremos a él para admirarlo como lo que fue: una gran figura literaria en español del siglo XX”.
Fuente: Diario La República
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