Delfina Paredes: «Ni en la dificultad económica acepté un personaje contrario a los intereses del pueblo»

Delfina Paredes: «Ni en la dificultad económica acepté un personaje contrario a los intereses del pueblo»

La primera actriz estrena la obra Túpac Amaru Runa y repasa su labor en el sindicato y opina: «Nadie considera de izquierda a este gobierno».

Delfina Paredes es una gran narradora de historias, desde las que escribe para ponerlas en escena hasta sus historias familiares y profesionales. En una etapa de su vida fue profesora en Tungasuca y en otro momento estuvo en Europa declamando a Vallejo. «Mi papá era jefe de estación del ferrocarril, así que he estado en varios sitios», comenta sobre los años en que estudió la vida de Túpac Amaru.

En su escritorio hay una fotografía de la actriz de cuarenta y tantos años echada en la camilla de un hospital. Su hija, la actriz Gabriela Velásquez, la visita. Había acabado una huelga del Sindicato de Artistas. «En dos períodos fui secretaria general y por eso se me cerraron muchas puertas», comenta y sonríe. «Luego entró un aprista y fue todo un problema. ¿Sabes qué? Me acuerdo de los hechos, pero me es difícil recordar los nombres».

El gremio había apoyado la lucha de los maestros, pero también se reunía para protestar por el maltrato a los trabajadores de una empresa de la industria musical. Hay un acta firmada por el comité: Enrique Victoria, Estela Luna y Delfina Paredes. «Hubo un médico que después de los 12 días de huelga de hambre dijo: ‘¡Ya basta!’. Estuvimos llamándole la atención a Polo Campos porque se aprovechaba; los hacía cantar en la televisión, qué se yo, y cantaban gratis o les pagaba poco. Y él cobraba del canal».

La fotografía está al lado de la laptop donde revisa sus correos y lee las noticias. También está la fotografía de Isolina Aparicio. «Es mi mamá. Más que artista, hubiera sido. Desde que yo tenía tres años, me peinaba y me iba repitiendo poesías: ‘era un jardín sonriente, era una tranquila fuente de cristal…'», recita.

La oficina de la actriz está repleta de libros de teatro. “Te puedo decir dónde están los de drama y los de comedia”, señala. Hay una pared destinada a la política y la ciencia. «¿Ha leído todos los libros?», le pregunto. «No, pero la mayoría sí». Cumplirá este año 91 y hace unos meses recibió un premio emérito, pero su talento interpretativo sigue impresionando. Ensaya expresiones para la sesión fotográfica y la vemos pasar del disgusto a la tristeza y la felicidad, en segundos.

En el Teatro Segura estrena una obra que escribió en la década de los 80 y que pudo llegar al cine. Túpac Amaru Runa será dirigida por su nieto Martín Velásquez, quien hace diez años dirigió su primera obra, Nosotros los burócratas escrita por Delfina Paredes.

Ambas obras tardaron en llegar a escena, pero ello tiene que ver con las otras luchas de la actriz. Cuando tenía el guion listo, «la repusieron en Radio Nacional» y fue nombrada gerente. «Era la época de Fujimori. Fue una lucha terrible y no podía estar pensando en nada», comenta mientras espera grabar un video con el joven equipo de producción. Ahora, varias décadas después de leer a Boleslao Lewin, quiere dirigirse a las nuevas generaciones. «Quisiera que aprendamos a conocer nuestra historia. Son hechos que también nos han ido formando como peruanos. Está el desinterés; no se habla de la historia porque a nadie le interesa».

¿Qué le pareció ver que sus colegas de televisión, cine y teatro se pusieron de acuerdo en hacer un plantón fuera del Congreso?

He estado muy dolida porque no pude ir. He estado en tantas marchas y… Los felicito, les agradezco a mis compañeros por haber defendido la propiedad intelectual, el derecho que tiene el artista de que reconozcan económicamente su trabajo. Porque es un trabajo, ¿no? Que lo ha entregado con la condición de que «vamos a hacer esta telenovela. Me pagan y ya». Pero de pronto, se les ocurre a los dueños: «Eso que se pasó hace tiempo, pasémoslo otra vez». Y no lo reconocen, pero ellos sí ganan.

Está asistiendo a los ensayos de Túpac Amaru Runa. ¿Qué le pidió a la dirección?

Estoy yendo, más que todo, por el quechua, para darles el acento más preciso. También ver el vestuario porque son tantos personajes, la época y todo lo que estamos viendo ahora. He ido a la Derrama Magisterial y les he ofrecido filmar una función sin público. Lo pueden distribuir en los colegios. Cuando yo estaba en secundaria, en María Auxiliadora de Cusco, soy salesiana, pasamos Túpac Amaru y ya. Recién en Lima, cuando estaba entre la ENAE y en la universidad, siguiendo mi Química Industrial, comenté con un historiador si conocía a Boleslao Lewin porque estaba leyéndolo. Él me dijo: «Delfina, desde 1943, en que llegó a Cusco». Es decir, un polaco había llegado como nadie a Tungasuca, Surimana y Pampamarca.

¿Es por eso que decide escribir una obra?

Sí, estuve trabajando en Tungasuca. En la obra he tratado de mostrar lo que destacaba Túpac Amaru. Empiezo la obra con el reparto, está llegando el corregidor. Y en el segundo cuadro están Micaela, Tomás Katari y Túpac Amaru. Nadie en el mundo puede haber sufrido tanto como ese niño, Fernandito, al ver la muerte de sus padres.

Con personajes como Evangelina, usted ha hablado de nuestra identidad como peruanos. ¿Diría que hay ausencia de historias como esta o de cultura quechua?

Sí. Hay una manera de mirar a los indios, hasta ahora. Eso ha permitido que hasta los indios se nieguen, ¿no es cierto? Cuando apareció la televisión y vi que llegaron a Pampamarca, dije: «Lo que no ha sucedido en siglos, con esta televisión la cosa va a cambiar; los chicos no van a querer hablar quechua, no van a querer vestirse como en los pueblos». Fue el fin de una forma de vivir.

¿Está decepcionada de este gobierno o no tenía tanta esperanza?

¡Ay, por Dios! Ella (Dina Boluarte)… ¿cómo no puede darse cuenta? Y está con los relojes; es una cosa tan minúscula. Me imagino que, en estos años, debe tener, por lo menos, cien vestidos. Creo que ya nadie considera de izquierda a este gobierno, nadie que se considere de izquierda puede creer eso. Yo estaba en Vanguardia Revolucionaria, ¿cómo no ser de izquierda?

¿Qué tendría que tener nuestro próximo presidente?

Sinceridad. Fíjate, yo que soy actriz, y que generalmente hacemos personajes que no son nuestros, y es un esfuerzo. También, si el personaje apoya una situación contraria a los intereses del pueblo, ¿no? Yo no aceptaría el papel.

Entonces, incluso en ficción, ¿usted ha elegido qué quería representar?

Sí, porque ni siquiera estando en la dificultad económica más grande hubiera aceptado.

Fuente: Diario La República.