Estados Unidos recortará sus aranceles a importaciones chinas del 145% al 30%, mientras que China hará lo propio con bienes estadounidenses del 125% al 10%. En paralelo, Brasil gana protagonismo en el nuevo ajedrez geopolítico.

En un momento crucial para la estabilidad de la economía mundial, Estados Unidos y China comunicaron este lunes el inicio de una tregua comercial de 90 días, luego de llegar a un acuerdo preliminar durante arduas negociaciones celebradas el fin de semana en Ginebra.
De acuerdo con lo establecido en el acuerdo, Estados Unidos reducirá los aranceles aplicados a las importaciones chinas del 145% al 30%, mientras que China recortará sus tarifas sobre productos estadounidenses del 125% al 10%. Aunque estos porcentajes aún son altos en comparación con los estándares históricos, marcan una reducción significativa frente a los niveles extremos alcanzados durante el auge del enfrentamiento comercial.

No obstante, los aranceles sectoriales —como los aplicados a semiconductores, dispositivos médicos, aluminio y acero— permanecerán intactos, según confirmó Jamieson Greer, representante comercial de EE.UU.
El acuerdo tampoco incluye concesiones estructurales por parte de China, pero ambos gobiernos coincidieron en que no buscan una desvinculación económica (decoupling). Así lo afirmó el secretario del Tesoro, Scott Bessent, quien lideró las negociaciones por parte de EE.UU.

“Ahora tenemos un mecanismo para seguir dialogando en las próximas semanas”, declaró Bessent en conferencia de prensa desde Ginebra. Y es que las medidas de represalia habían generado “el equivalente a un embargo, y ninguna de las partes desea eso”.
Bajo esa misma línea de pensamiento, mencionó la posibilidad de que se negocie un aumento en la compra de productos estadounidenses por parte de China, con el objetivo de reducir el déficit comercial de EE.UU.
Una marcha atrás de la Casa Blanca
La administración Trump, que durante meses había rechazado cualquier tipo de concesión sin compromisos estructurales por parte de Pekín, cedió ante la presión de los sectores empresariales y del consumidor estadounidense, que ya empezaban a mostrar signos de fatiga. “Estamos viendo los efectos”, dijeron analistas, señalando que la incertidumbre ha paralizado inversiones corporativas, ralentizado contrataciones y obligado a la Reserva Federal a mantener una política monetaria cautelosa.
El propio presidente Trump, que el viernes pasado había pedido públicamente imponer aranceles del 80% a China, celebró el acuerdo en su red Truth Social como “un reinicio total negociado de forma amistosa pero constructiva”, sin referirse a sus recientes declaraciones más agresivas.

En una comparecencia desde la Casa Blanca, el mandatario enfatizó que el objetivo de las conversaciones será “abrir el mercado chino a las empresas estadounidenses”, y adelantó que espera hablar con su homólogo Xi Jinping en los próximos días.
“No estamos buscando dañar a China”, añadió Trump, una declaración que contrasta con su habitual tono confrontativo en materia comercial.
Aunque el acuerdo actual representa un avance significativo, la tregua no elimina los riesgos de una recaída en la confrontación comercial. “Lo peor de sus guerras comerciales y gran parte de la incertidumbre paralizante podrían terminar en un par de meses”, advirtió el economista jefe de Berenberg, Holger Schmieding. El mayor daño, aseguró de acuerdo con The New York Times, podría seguir cayendo sobre empresas y hogares estadounidenses si no se logra una solución integral.
Acciones, dólar y oro
Los mercados de Wall Street experimentaron un fuerte repunte. El Dow Jones subió más de 1.000 puntos, lo que equivale a un 2,5%, mientras que el S&P 500, un índice más amplio, aumentó un 2,85%, y el Nasdaq, que tiene un alto peso tecnológico, avanzó un 4%. Este aumento se dio en medio de un mayor apetito de los inversores por activos más riesgosos, lo que impulsó a las acciones a la alza.

A la par de este rally en las acciones, el dólar estadounidense se fortaleció un 1,2% frente a otras monedas, lo que refleja una mayor demanda por la divisa. En cuanto al petróleo, que había caído debido a los temores de una recesión global relacionada con los aranceles, repuntó un 3,4%. El crudo estadounidense se cotizó a 63 dólares el barril, mientras que el Brent, el petróleo de referencia internacional, subió un 3,2% a 66 dólares el barril.
Por otro lado, los activos refugio, como el oro, vieron caídas. El oro perdió un 2,5% en su valor, y los bonos del Tesoro de EE. UU. también cayeron, lo que impulsó el rendimiento de los bonos a 10 años a superar el 4,45%. Dado que los precios de los bonos y sus rendimientos se mueven en direcciones opuestas, esta subida en los rendimientos reflejó una disminución en la demanda por bonos.
El índice de volatilidad CBOE, que mide el temor en los mercados (conocido como el «índice del miedo»), cayó un 10% a su nivel más bajo desde finales de marzo. Esto sugirió que los inversores estaban más confiados y menos preocupados por la incertidumbre económica.
El mercado estuvo impulsado por un sentimiento de «codicia», según el índice de miedo y codicia de CNN. Las acciones tecnológicas, que fueron particularmente afectadas por la guerra comercial entre EE. UU. y China debido a la interconexión de los sectores tecnológicos de ambos países, tuvieron un repunte significativo. Empresas como Apple (subió un 7%), Tesla (7,7%), Nvidia (5,1%), Amazon (8%) e Intel (4,1%) destacaron entre los ganadores de la jornada.
También se recuperaron con fuerza las acciones de los fabricantes de artículos de lujo, que habían sufrido en los últimos meses debido a la incertidumbre global. Marcas como Hermès (+4%), Burberry (+6%) y LVMH (+7%) fueron algunos de los nombres más destacados. Del mismo modo, las acciones de fabricantes de automóviles, que habían estado algo estancadas, también subieron. Stellantis, el fabricante de Jeep y Chrysler, lideró con un aumento del 9%, seguido por General Motors con un 4% y Ford con un 2%.
América Latina en la mira
Mientras EE.UU. y China bajaban la tensión en la mesa de negociaciones, otro frente se abría en América Latina. Esta semana, el presidente Xi Jinping recibió en Pekín al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y a otros altos funcionarios de América Latina y el Caribe, en un esfuerzo por reforzar los lazos económicos y políticos de China en la región, tradicionalmente bajo la influencia de Washington.
Desde Pekín, el viceministro chino de Relaciones Exteriores, Miao Deyu, lanzó el domingo un claro mensaje diplomático, según el Diario del Pueblo: “Lo que los pueblos de América Latina y el Caribe buscan es independencia y autodeterminación, no una ‘nueva Doctrina Monroe’”, en referencia a la histórica política estadounidense de hegemonía regional proclamada en 1823.
Mientras tanto, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, reafirmó que la administración Trump busca “poner a las Américas primero”, aunque las amenazas de Trump de tomar control del Canal de Panamá y su política arancelaria agresiva han generado inquietud entre varios gobiernos latinoamericanos, que ahora ven en China no solo un socio económico, sino también un contrapeso geopolítico.
¿Qué fue la Doctrina Monroe?
En 1823, Estados Unidos proclamó esta doctrina para advertir a las potencias europeas que no interfirieran en América (especialmente en América Latina), afirmando que cualquier intento de colonización o intervención sería visto como una amenaza contra EE.UU. Su lema era, en esencia:
Aunque en un inicio se presentó como una defensa de los países latinoamericanos recién independizados, con el tiempo Estados Unidos usó esta doctrina para justificar su influencia política, militar y económica en la región, consolidando así su hegemonía regional.
Fuente: Diario La República.
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