¿Quién lidera el futuro? EE.UU. se endeuda, el dólar se debilita y China gana en inteligencia artificial

¿Quién lidera el futuro? EE.UU. se endeuda, el dólar se debilita y China gana en inteligencia artificial

Analistas coinciden en que se vive un cambio de era: cae la confianza en la economía de EE.UU., mientras China avanza tecnológicamente y crece la desdolarización global.

Estados Unidos, la principal potencia económica mundial, atraviesa una etapa de marcada fragilidad estructural, con tensiones en sus bases fiscales, financieras y políticas como no se veían en décadas.

La reciente rebaja de la calificación crediticia por parte de la agencia Moody’s —que retiró la nota AAA a Washington— es más que un golpe simbólico: es la confirmación de que la deuda pública estadounidense, que hoy equivale al 125% del PBI, se ha convertido en una amenaza sistémica para la estabilidad interna y global.

“Hace años que EE.UU. no es garante de la estabilidad global, no sólo en términos económicos, sino también en el ámbito de la geopolítica y las relaciones internacionales”, advirtió a La República la economista y analista internacional Ariela Ruiz Caro.

Moody’s alerta y los mercados reaccionan
La rebaja de Moody’s llega en un contexto especialmente delicado: Estados Unidos debe refinanciar 9 billones de dólares este año y emitir otros 2,5 billones en nueva deuda. El problema no es solo el monto, sino el encarecimiento del financiamiento. La nueva calificación AA1 podría traducirse en mayores tasas de interés para emitir deuda, lo que a su vez incrementaría el costo del servicio y agudizaría el déficit.

“Una rebaja de la calificación crediticia del Tesoro no resulta sorprendente en medio de un incesante gasto fiscal desfinanciado que no hará sino acelerarse”, explicó Max Gokhman, subdirector de inversiones de Franklin Templeton. Según el experto, los grandes inversionistas ya están empezando a abandonar los bonos del Tesoro en favor de otros activos refugio, generando una pérdida de confianza en el dólar.

Los síntomas de esta pérdida de confianza ya son visibles: el rendimiento del bono a 10 años subió a 4,49%, mientras que el índice del dólar de Bloomberg se aproxima a mínimos no vistos desde abril. Incluso la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, fue tajante al señalar que la caída del dólar frente al euro refleja una “incertidumbre y pérdida de confianza en las políticas estadounidenses”.

Recortes para los pobres, beneficios para los ricos
En este marco fiscal frágil, el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Mike Johnson, ha impulsado un presupuesto que recorta fuertemente programas sociales: 880.000 millones de dólares al Medicaid y 300.000 millones al SNAP (asistencia alimentaria). Paradójicamente, este mismo plan incrementa el déficit en US$3,7 billones debido a recortes tributarios por US$4,5 billones orientados a los sectores de mayores ingresos.

A esto se suma una medida recientemente aprobada por la Cámara de Representantes de Estados Unidos, controlada por los republicanos, que impone un impuesto del 3,5% a las remesas enviadas por trabajadores migrantes indocumentados a sus países de origen.

La propuesta, impulsada por el Trump como parte del proyecto de ley de presupuesto, fue aprobada por un estrecho margen –215 votos a favor y 214 en contra–, pese a las gestiones del gobierno mexicano y de legisladores de ambos países que alertaron sobre el impacto negativo en los sectores más vulnerables. El gravamen originalmente era del 5% y fue reducido al 3,5% en la versión final aprobada.

Desdolarización y crisis estructural
Estados Unidos enfrenta también un proceso lento pero sostenido de desdolarización. Desde la crisis financiera de 2008, y con más fuerza tras la pandemia, múltiples países han comenzado a transar en monedas locales o en yuanes, debilitando el papel del dólar como divisa dominante.

“El punto de inflexión fue la quiebra del banco Lehman Brothers. Desde entonces, el crecimiento económico perdió dinamismo, mientras el gasto público —sobre todo en seguridad social, intereses de la deuda y defensa— se incrementó y financió vía la emisión de Bonos del Tesoro”, explicó Ruiz Caro. Y agregó: “Hicieron uso y abuso de la impresión de dinero. Pero todo tiene su final y el mundo observa sus niveles insostenibles de sobreendeudamiento”.

Países como China, Japón, India, Alemania y Brasil han reducido sus tenencias de bonos del Tesoro. Incluso el bloque ASEAN ha firmado una declaración para promover el uso de monedas locales en sus transacciones, siguiendo una ruta que también han tomado los BRICS.

La independencia en la cuerda floja
El reciente fallo de la Corte Suprema, emitido el jueves pasado, arroja nueva luz sobre el equilibrio de poder institucional en Estados Unidos en tiempos de Trump. Aunque el tribunal avaló su derecho a despedir sin causa a altos funcionarios de agencias federales como la Junta Nacional de Relaciones Laborales y la Junta de Protección de Sistemas de Mérito —ambas con funciones ejecutivas—, también dejó en claro una línea roja: la Reserva Federal queda fuera de ese alcance.

Esta distinción es clave. Trump había sugerido públicamente que quería despedir al presidente de la Fed, Jerome Powell, publicando incluso en redes sociales que “el despido de Powell no puede llegar lo suficientemente rápido”. Sin embargo, la Corte protegió la autonomía del banco central al describirlo como una “entidad cuasiprivada de estructura única”. El mensaje es claro: la Fed no es parte del botín político. Al menos, no por ahora.

Pero el fallo también consolida el poder del Ejecutivo sobre otras agencias que durante décadas han funcionado con independencia técnica, como la Comisión Federal de Comercio (FTC) o la de Comunicaciones (FCC).

Trump, los aranceles y la Corte Suprema
En paralelo, una batalla legal amenaza con desmantelar uno de los principales pilares del proteccionismo económico impulsado por Donald Trump: sus aranceles. Doce estados han demandado al presidente ante el Tribunal de Comercio Internacional por considerar que aplicó tarifas del 50% a productos importados en abril pasado —el llamado “Día de la Liberación Económica”— violando la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA), que solo puede usarse ante amenazas reales a la seguridad nacional.

“La IEEPA no fue diseñada para políticas comerciales agresivas ni para castigar a países por competir. Fue creada para responder a amenazas extraordinarias. Y en este caso, esas amenazas no existían”, sostuvo el analista internacional Francesco Tucci en entrevista con La República.

Pero el trasfondo político de este caso es aún más complejo.

División en el Partido Republicano: una grieta silenciosa
La ofensiva arancelaria de Trump ha generado una fractura significativa dentro del propio Partido Republicano. Aunque mantiene un control firme sobre la base electoral y el liderazgo legislativo, su estrategia comercial ha puesto en jaque a sectores clave de la economía estadounidense.

“Ya hubo malestar durante las negociaciones con China. Algunos republicanos cuestionaron abiertamente el impacto negativo de los aranceles”, recordó Tucci. Ese malestar no ha hecho más que crecer, impulsado por el aumento de precios al consumidor —que grandes cadenas como Walmart atribuyen a los aranceles—, la caída de exportaciones y el debilitamiento de las cadenas de suministro.

Senadores y representantes de estados agrícolas, industriales o con fuerte dependencia de insumos importados están preocupados. Muchos temen que la guerra comercial termine golpeando a pequeñas y medianas empresas, tradicionalmente el núcleo económico de sus territorios y su base política. Este grupo presiona, cada vez con más fuerza, por revisar la legalidad de los aranceles y limitar el uso de poderes ejecutivos en materia comercial.

“El caso Trump-Corte Suprema será una prueba decisiva para la institucionalidad. Si se determina que no había una amenaza real, la piedra angular del proteccionismo trumpista puede venirse abajo”, señaló Tucci. A pesar de que seis de los nueve jueces supremos son conservadores y tres fueron nominados por el propio Trump, no existe mandato imperativo. “Los jueces son independientes. Pueden fallar en su contra si consideran que la IEEPA fue mal aplicada”, enfatizó.

¿Hacia un nuevo orden?
La pregunta de fondo es si estamos ante una crisis más o frente a un cambio de época. La combinación de un sistema bancario presionado —como muestra el caso del Bank of America, con pérdidas no realizadas por US$ 100.000 millones—, un dólar debilitado, políticas fiscales regresivas y un liderazgo político fragmentado plantea interrogantes serios sobre la capacidad de Estados Unidos para seguir ejerciendo su hegemonía económica global.

Y ahora, a ese cóctel se suma un frente tecnológico que marca el pulso del poder global: la inteligencia artificial. La reciente advertencia de Washington contra el uso de chips Ascend 910B de Huawei —elaborados con tecnología propia y capacidad de competir con los productos de Nvidia— desató un nuevo episodio del conflicto con China. El argumento oficial es que estos procesadores violarían los controles de exportación de EE.UU., lo cual, de ser confirmado, abriría la puerta a nuevas sanciones. Pero el trasfondo es más amplio.

“Esta no es solo una disputa comercial, es una lucha estratégica por el dominio de la próxima revolución industrial”, sostuvo a La República Freddy Linares Torres, docente de la Universidad del Pacífico. “Lo que está en juego es quién controla el diseño, la fabricación y la cadena de suministro de semiconductores avanzados, esenciales no solo para aplicaciones civiles, sino para usos militares en ciberdefensa y automatización de ciber operaciones. China ya ha demostrado que puede avanzar sin depender en un gran porcentaje de proveedores internacionales”.

Según Linares, la reacción de los EE. UU. evidencia un cambio de estrategia: si antes apostaba por la cooperación tecnológica, ahora busca fortalecer la industria nacional. “Washington teme que, si Huawei consolida una arquitectura propia en chips de IA, pierda influencia económica y regulatoria. Países del Sudeste Asiático, África o América Latina podrían optar por ese ecosistema tecnológico completo, debilitando el peso de EE.UU. en normas, patentes y estándares globales”, explicó.

China, por su parte, ha acusado a Estados Unidos de actuar de mala fe y de incumplir los compromisos alcanzados en Ginebra tras la tregua arancelaria. Y advirtió que responderá “con medidas recíprocas” si se imponen nuevas restricciones a Huawei. Para muchos analistas, la tensión ya ha pasado del terreno comercial al político.

“Lo que estamos viendo es un desacoplamiento tecnológico progresivo entre las dos mayores potencias del mundo, que ya no comparten una visión común sobre las reglas del juego global”, indicó José Carlos Feliciano, subdirector del Centro de Estudios sobre China y Asia-Pacífico de la Universidad del Pacífico (UP). “La Casa Blanca está intentando frenar el avance de Huawei no solo porque representa un riesgo comercial, sino porque socava la narrativa de que la innovación requiere libertad de mercado. China ha demostrado que, con planificación estatal y subsidios dirigidos, puede liderar sectores estratégicos sin depender del modelo estadounidense”.

Feliciano advierte que esta nueva guerra tecnológica tiene consecuencias globales: “Si EE.UU. prosigue con su política de sanciones y presiona a terceros países para que elijan un bando, muchas economías emergentes se verán forzadas a diversificar sus relaciones, acelerando la desdolarización y el giro hacia esquemas multipolares. Ya no es solo una competencia de poder duro, sino de modelos de desarrollo”.

Esta ofensiva contra Huawei también pone en jaque la capacidad de Estados Unidos para dictar las reglas del comercio internacional. Al intentar impedir que chips chinos lleguen al mercado global, incluso cuando han sido desarrollados sin insumos estadounidenses, Washington corre el riesgo de aislarse tecnológicamente. La hegemonía ya no es incuestionable.

Ruiz Caro es contundente al añadir: “La vulnerabilidad representada por el espiral de endeudamiento y la pérdida de dinamismo de la economía estadounidense es lo que genera desestabilización en los mercados internacionales. Para mantener la demanda por sus bonos, el gobierno deberán ofrecer mayores tasas de interés, lo que volverá la deuda impagable. Y las medidas adoptadas debatidas actualmente en el Congreso—como reducir impuestos a grandes empresas y recortar gasto social— no harán más que incubar malestar social”.

Mientras tanto, el mundo observa. El euro se ha fortalecido frente al dólar y muchos analistas anticipan que, si no se restablece la confianza en las políticas estadounidenses, la paridad podría alcanzar niveles de 1,20 dólares por euro. La hegemonía del dólar, y con ella el liderazgo económico global de EE.UU., podría estar comenzando a resquebrajarse.

La pregunta ya no es si viene una crisis, sino cuán profunda será… y quién pagará el costo.

Fuente: Diario La República.